Ayer, 2 de noviembre, se cumplieron 108 años de la Declaración Balfour, el documento británico que cambió el destino de Medio Oriente y que muchos palestinos recuerdan como el inicio de más de un siglo de despojo, desplazamiento y ocupación.
El 2 de noviembre de 1917, el entonces ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido, Arthur James Balfour, envió una carta al líder sionista Lord Walter Rothschild expresando el apoyo del gobierno británico al establecimiento de “un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina”.
En la misma carta, Balfour añadía que “nada se hará que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina”, una promesa que, según historiadores y organismos internacionales, nunca se cumplió.
Una decisión colonial con consecuencias duraderas
En 1917, Palestina era parte del Imperio Otomano, habitada mayoritariamente por población árabe musulmana y cristiana que mantenía arraigo histórico en la región. Tras el colapso otomano, el Reino Unido asumió el Mandato sobre Palestina (1920-1948), implementando políticas que facilitaron la inmigración judía y la creación de colonias, sin consulta a la población palestina originaria.
Esa política sentó las bases del conflicto que aún persiste. En 1948, la proclamación del Estado de Israel derivó en el éxodo forzado de más de 700.000 palestinos, episodio conocido como la Nakba (“catástrofe” en árabe). Desde entonces, millones de descendientes viven en condición de refugiados, mientras las tensiones, bloqueos y ocupaciones continúan marcando la vida cotidiana en Gaza y Cisjordania.
El eco de Balfour en el presente
Más de un siglo después, la Declaración Balfour sigue siendo vista como un símbolo del colonialismo europeo y de las decisiones unilaterales que ignoraron la autodeterminación de los pueblos árabes.
En medio de la actual escalada de violencia en Gaza, la crisis humanitaria más grave en décadas y el creciente número de víctimas civiles, la fecha adquiere un sentido aún más doloroso.
En septiembre de este año, el Reino Unido, junto a Canadá, Australia y Portugal, reconoció oficialmente al Estado de Palestina, en un gesto interpretado por analistas como un intento de reparar la deuda histórica iniciada con la Declaración Balfour.
“Reconocer a Palestina es reconocer que el conflicto no comenzó con un ataque ni con un muro, sino con una promesa imperial que negó la existencia de un pueblo entero”, señaló el historiador palestino Rashid Khalidi.
Una herida abierta
Para muchos palestinos y organizaciones de derechos humanos, conmemorar la Declaración Balfour no es un acto histórico, sino una jornada de memoria y denuncia.
“Cada año que pasa sin justicia mantiene viva la herida de 1917”, expresó en un comunicado la organización Palestine Solidarity Campaign.
A 108 años de la promesa británica, el conflicto sigue desangrando a Medio Oriente. La Declaración Balfour, nacida en los despachos del imperio, continúa siendo recordada como el punto de partida de una injusticia que el mundo aún no ha sabido reparar.